sábado, 27 de junio de 2009

Nota color

“¿Pero... es él de verdad?”

Por Mariela Salas

Frío, sueño y cansancio fue lo que transmitieron los rostros de los amontonados en esa esquina de Hipólito Irigoyen y Laprida en el partido de Lomas de Zamora. Los peatones, en su rápido caminar, no dejaban de mirar intrigados las cámaras y periodistas que hicieron guardia allí desde temprano. Algunos frenaban y esperaban junto a ellos en silencio. Otros, a los que la curiosidad superaba, comenzaban a interrogar a los medios allí presentes. Un empleado, de una conocida cadena de electrodomésticos ubicada en esa misma esquina, fue uno de los primeros en animarse a preguntar: “¿Por qué tanto movimiento?”.Un periodista le respondió: “viene De Narváez”.

El rumor recorrió en segundos las bocas de los espectadores. Algunos comenzaron a buscar sus cámaras personales para poder sacarse una foto. Otros llamaron a sus conocidos informando del acontecimiento. El entusiasmo, la ansiedad y la histeria de algunas mujeres hicieron pensar que más que un candidato de las cercanas elecciones electorales, fue un famoso actor el que se hizo allí presente. Incluso algún desconfiado, no seguro con lo que escuchó, quiso confirmar el rumor: “¿Pero es él de verdad o el que sale en Tinelli?” En unos minutos ya era difícil distinguir a los periodistas del público. Todos, con cámaras y celulares en mano, esperaban al candidato.

En seguida esa duda acerca de quién era periodista y quien público desapareció. Apenas Francisco De Narváez bajó de su camioneta gris, los curiosos se amontonaron a su alrededor pidiendo autógrafos y fotos, como fanáticos desesperados por tener una porción de su ídolo. Una señora, con razón, dijo: “sólo falta que se vendan los muñequitos como cuando fui a ver con la nena Patito Feo”. Del otro lado, los medios delante del candidato no interrogaron, no intercedieron en la situación, sólo registraron el momento.

El candidato se mostró en todo momento atento, sonriente y afectuoso con el que se acercó. Entró a algunos locales a saludar a los empleados que no pudieron evitar la curiosidad de arrimarse a las puertas de sus negocios para ver el motivo de la multitud de personas. Alguno, disconforme, gritó a lo lejos: “¿por qué no le preguntan por la efedrina?”. Pero fueron los menos. Todos estaban encantados con la presencia de Francisco. Uno jóvenes que se encontraban en el lugar admiraban el tatuaje de su cuello mientras ansiaban mostrarle el de ellos. Cada uno tuvo su foto, su autógrafo, su abrazo y su beso, ese fue el paquete que se entregó en el recorrido que duró una cuadra y una hora exactamente. Tratado más como un famoso actor saliendo de su canal, que como un candidato a diputado nacional, se retiró del tumulto en la misma camioneta que lo trajo. Al final no era el actor, no era el de Tinelli, era el de verdad.

1 comentario:

  1. Bien la nota, hay algunos errores de tipeo y faltan algunos signos de interrogación, pero bien.

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